El Papa León XIV, conocido por su empatía hacia los migrantes, solía recordar que él también era migrante, al igual que Jesús. Este mensaje de cercanía resonó especialmente entre los venezolanos que llegaron a Chiclayo, Perú, localidad donde fue obispo durante ocho años y donde siempre alzó la voz por quienes llegaban huyendo de la crisis en su país.
Vixy Ferrer, una migrante venezolana que llegó a Chiclayo en 2018, recuerda cómo el entonces obispo Robert Prevost no solo les ofrecía palabras de aliento, sino también apoyo concreto.
Durante su labor en la diócesis, impulsó la creación de la Comisión de Movilidad Humana, que coordinó con organizaciones internacionales para ofrecer asistencia médica, apoyo legal y programas de regularización migratoria. Gracias a esto, muchos migrantes lograron obtener permisos temporales de permanencia y carnés de extranjería que les permitieron acceder a salud, trabajo y oportunidades para mejorar su calidad de vida.
Ferrer cuenta que, gracias a la gestión del ahora Papa León XIV, su madre pudo recibir tratamiento contra el cáncer, algo que parecía imposible al llegar a Perú en situación irregular. Además, destaca que el Papa siempre insistió en no caer en el asistencialismo, sino en promover la integración y el fortalecimiento de la dignidad de los migrantes a través de oportunidades concretas.
El director de la Comisión de Movilidad Humana, Augusto Martínez, también recuerda el compromiso del Papa con la comunidad migrante, destacando su sensibilidad hacia aquellos que buscaban un nuevo comienzo en Perú. Esta perspectiva humanitaria está profundamente arraigada en su propia experiencia como misionero en el país desde 1985, cuando llegó en medio de un contexto de violencia y crisis social.
Con la reciente elección de León XIV como sumo pontífice, tanto Ferrer como Martínez expresan su esperanza de que su visión humanitaria y su defensa de los migrantes se extiendan a nivel global.